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domingo, 3 de mayo de 2015

"Siempre Alice" por Lisa Genova


¿Acaso no se ha sentido alguna vez frustrado estimado lector, cuando no encuentra algún objeto cotidiano, dígase, las llaves, el teléfono, etc., y lo termina hallando en lugares insospechados? ¿O cuando no se acuerda de una palabra y se le queda en la "punta de la lengua" y por lo tanto no puede transmitir apropiadamente una idea? ¿O cuando se dispone a realizar una actividad y a la mitad del camino se le olvida qué iba a hacer? ¿O cuando... de qué estaba escribiendo? ¡Ah sí! ¿Acaso no se ha sentido alguna vez frustrado estimado lector cuando no encuentra algún objeto cotidiano, dígase, las llaves, el teléfono, etc. y lo termina hallando en lugares insospechados? 

No, no me equivoqué en esta última frase, sino que trataba de darles a conocer lo que les pasa a las personas enfermas de Alzheimer. Yo no sabía mucho de esta enfermedad, y creía que básicamente consistía en olvidar las palabras, personas, etc., pero es mucho más complejo que eso: se olvida la utilidad de los objetos; se dificultan actividades como leer, escribir, hablar; se pierde el sentido de la orientación; vaya que se llega a una etapa donde es necesario tener a alguien de guardia que te esté cuidando día y noche, ¡Uff! Tal vez Ud. no lo sepa mi estimado lector, pero yo soy hipocondríaca de closet, y al terminar de leer este libro, estaba a punto de hacer cita con el neurólogo para revisar si no padezco de Alzheimer en etapa temprana.

Y entrando de lleno al libro, les cuento que éste narra la historia de Alice Howland. Profesora e investigadora de Harvard. Con especialidad en psicolingüística. Conferencista. Autora de artículos para Revistas Científicas. Co-autora con su esposo de un libro. 50 años. Casada. Madre de 3 hijos... Y con Alzheimer. Los primeros síntomas que percibió de esta enfermedad, fueron olvidos comunes a los cuales no les dio demasiada importancia, sin embargo, lo que la asustó fue que de repente se desorientó en un lugar que conocía a la perfección y se sintió perdida. Esta confusión mental la atañó a achaques propios de la menopausia, por lo que fue a visitar a su ginecóloga, quien le realizó diversos exámenes y debido a sus resultados, decidió remitirla con el neurólogo. Ella se asustó, ya que llegó a pensar que podía tener un tumor cerebral, aunque nunca le pasó por su mente el diagnóstico final: Alzheimer. ¡No podía ser! ¿Pues no era una enfermedad propia de personas de mayor edad? Y así era, efectivamente, pero había casos como el de ella donde se podía manifestar a una edad temprana.

Alice decide dar a conocer tal noticia a su esposo e hijos, sobre todo porque ellos tenían una alta probabilidad de contar con una mutación genética que haría que eventualmente padecieran la misma enfermedad. Con respecto a sus clases, decidió terminar el semestre, para posteriormente tomar un año sabático y de acuerdo a su estado de salud, tomar una decisión sobre el rumbo que debería darle a su vida. Ya no iba a viajar, ni dar conferencias, y se iba a someter a tratamientos experimentales para tratar de detener un poco el avance de dicho padecimiento.

¿Se imagina asiduo lector? Que en plena cumbre de su carrera profesional ¿le sea diagnosticada esta enfermedad? ¿Que todo lo que consideraba estable de repente se tambaleara y se fuera despedazando poco a poco? ¿Que fuese consciente que no había cura para su enfermedad y que sus amigos, familiares, colegas, se convertirían eventualmente en extraños? Esto y más tiene que vivir Alice: algunos días tendrá más lucidez que otros, algunos días contará con la comprensión de su familia y otros no, algunos días podrá realizar sus actividades cotidianas y otros no...

Esta historia se llevó a la pantalla grande el año pasado, e hizo que ganara Julianne Moore, por interpretar el papel de Alice, el Oscar como mejor actriz. (Y como últimamente me ha pasado, no he visto la película, pero ya apunté en mi agenda que tengo que verla)

Me encantó el libro, creo que es una historia muy buena, que nos permite conocer un poco más sobre lo desgastante que es para quien la padece y su familia, el Alzheimer. Sobre lo frágil que podemos llegar a ser como seres humanos. Sobre los acontecimientos que atesoramos y lo rápido que pueden desaparecer de nuestra memoria. Y sobre todo, lo importante de contar con la comprensión y ayuda de la familia en las buenas, en las malas y en las peores.

Le doy cuatro estrellas y media en mi escala subjetiva. Y como siempre, quien guste leer el libro, se lo puedo prestar.